‘Extraños Días Felices’ atañe a la posición desde la que se ejerce la práctica de la pintura abriéndose a posibilidades difusas, un proyecto que trata sobre la utilización del espacio pictórico como exploración en los aspectos cotidianos de la creación, a través de la pintura del artista Juanjo Valencia.
Parece como si, en nuestros días, la desaforada búsqueda de novedad en el campo de las artes experimentara una tensión entre dos tendencias; una que puja por utilizar las nuevas tecnologías y otra que retorna a los valores específicos de los géneros. Y, también, todos los géneros resultan indistintamente efectivos y son utilizados conjuntamente por los artistas para transmitir una idea. Pero creo que actualmente asistimos a una revalorización del medio pictórico como lenguaje visual puro. Y se efectúan renovadas reflexiones por todo el mundo expandiendo la gramática de su comunicación.
El espectador actual busca su propio tiempo y espacio al contemplar las obras; se siente parte de un proceso y ya no hay espectador per se, sino personas que leen imágenes, relatos fragmentarios, capítulos, cientos de secuencias breves de un cosmorama visual.
La pintura que atraviesa el presente implacable, nos descubre a este interesante artista que da forma a la impotencia y carne a la confusión; los pigmentos de tonos venenosos de Juan José Valencia captan una temperatura de la realidad. A veces, felices recuerdos han perdido su dimensión aurática y el carácter fragmentario de su obra parece estar a tono con la disolución de la experiencia duradera en nuestros días. Los espacios y las escenas parecen carecer de fondo y solidez. Su pintura se encuentra lejos del lugar donde antes un resto relucía. No es un producto artístico, es una consecuencia del tiempo en su propia obra.
Su singular aproximación a los códigos de representación actuales crea un universo propio con el que indaga en torno a la gramática de las imágenes, su mecánica y el origen de las mismas que son las ideas, unidades de pensamiento replicantes… cada una con su poder de adhesión, con su comportamiento vírico…
El efecto adormecedor del bombardeo indiscriminado de imágenes ha alcanzado un estadio diferente con el desarrollo de las redes. Montañas de información como nunca antes, han contribuido al pensamiento corto, superficial, inmediato, directo… De algún modo, todo ello, ha sido decisivo para transformar las posibilidades del pensamiento humano, que permanece adormecido, sometido a la tiranía de las imágenes. Es la materialización de un tiempo, el nuestro, que se percibe veloz, en la fugacidad de la vida. Es el tiempo de la metrópolis, acelerado… Nos regodeamos mostrándonos; no sólo se es espectador husmeando en la vida privada sino también protagonista. Manipulado y manipulador, el individuo se sabe observado; a su modo es un exhibicionista, hedonista incorregible. No sólo logra un sentido de pertenencia a algo sino un espacio lúdico, sumamente adictivo.
Walter Benjamin, a principios del Siglo XX llamó la atención sobre la reproducción industrializada de las ideas textuales o plásticas. Las “imágenes del deseo” que se ocultan en los productos de consumo eran, para Benjamin, espectros míticos que se filtraban desde el pasado en el presente para hacernos caer en un letargo. Desvelarlos y señalarlos conducía a nuestro despertar. La técnica y el arte habían comenzado un divorcio existencial.
A nosotros, que no sólo vivimos en el fetichismo de las mercancías de un modo absoluto, sino que lo aceptamos como algo propio de la “condición natural”, es decir, que ya no queremos despertar, nos queda un estado melancólico… La resistencia de héroes anónimos narrada por la voz efímera del ventrílocuo, pues su arte consiste en estar presentes pero ausentes. Siendo él mismo cuando es otro, siendo muchas voces…
Lo que Benjamin predecía se ha convertido en una gigantesca monstruosidad que se despliega como un sueño narcotizante por el planeta entero. Un enigmático cataclismo que amontona cadáveres…
Sin embargo, hay momentos de iluminación en un renacimiento perpetuo; atravesando una existencia banal y dando sentido al arte… a la pintura, funcionando como un nudo de conexión y punto de partida para descubrir ideas, propuestas y necesidades. En este tiempo de neurosis de imágenes, de literalidad de lo visual y entronización autista de la técnica, pensar en pintura es transmitir conocimiento, es provocar debate entre lo breve y lo largo mirando su propio tiempo y espacios.
La de Juanjo Valencia es una obstinada forma de lenguaje pictórico, en lo que tiene de Romanticismo un “descuido” en la técnica y del realismo o naturalismo; que no anhela certeza alguna, combinando hábilmente velocidad y presencia para describir las diversas capas de la incomunicación; como un escáner de lo que pasa por sus ojos… llegando a una épica del extrañamiento, que combina cultismo y oralidad como reversos y convierte lo atemporal en cotidiano, y viceversa.
Nos remite a unos ojos sin visión, incapaces de situar un quién? Confundirse a uno mismo haciéndose extraño hasta convertirse en huella en la serie de grabados, abierto al silencio. Inscribe sobre el blanco, como una visión desnuda del pensamiento. Desaparece el trazo y el color para ofrecer únicamente su huella; algo de nosotros se pierde para siempre y los recuerdos quedan reducidos… El dibujo de la ausencia, mantiene el tacto de los deseos que quisieron conservarse como miradas…
Casi jeroglíficamente, sus series de lienzos y grabados dan cuenta de la desaparición, de lo provisional, en ese desorden del tiempo que crea la memoria. Las imágenes efímeras buscan desafiar su destino, quieren brillar en la red y así alargar su existencia todo cuanto sea posible…
La pintura se detiene en ellas sin detenerse, dando color y temperatura a gestos helados en los que algo de nosotros se pierde para siempre y con la conciencia de que éste mundo es el de nuestra duración.
Son los momentos que sugieren una pintura anónima, despersonalizada como la vida y donde ocultar las pulsiones internas; no hay trama feroz, todo es implosión y fragilidad en éstas instantáneas que nos sitúan en cierta melancolía, pero no aquella que rememora la felicidad del paraíso, sino otra en la que se desvanece para convertirse en la única posibilidad. La inmediatez de las escenas, a veces, autobiográficas, más que aludir a la incomunicación, a la soledad o al vértigo de nuestros días se dirige a la sensación que se pueda albergar de una continuidad íntima consigo mismo, los fragmentos y la previsibilidad relativa de situaciones comunes y cotidianas.
–Gopi Sadarangani.
Comisaria del proyecto Extraños días felices.
Juan José Valencia. Tenerife (1980), comisario y editor de diversos proyectos en red es licenciado en Bellas Artes por la Universidad de La Laguna.
Expone junto a Lena Peñate Spicer el proyecto Panoramia en la Galería Saro León de las Palmas de Gran Canaria, junto a ella, realiza el proyecto Por Defecto / By Default, en SAC Sala de Arte Contemporáneo del Gobierno de Canarias en Santa Cruz de Tenerife e impartido una Charla-Conferencia dentro del Ciclo Encuentros en la Biblioteca, en la Biblioteca y Centro de Documentación del CAAM Centro Atlántico de Arte Moderno, en Las Palmas de Gran Canaria
Participó en la 1ª Muestra de Videocreación Contemporánea: Cuba – España – Suiza dentro del Proyecto Circo Cuba Performance & Audiovisuales (7a edición), comisariado por Ada Azor para MECA, Mediterráneo Centro Artístico, en Almería, España, y en la 1ª Muestra de Videocreación Contemporánea: Cuba – España – Suiza dentro del el Proyecto Circo Cuba Performance & Audiovisuales (7a edición), comisariado por Ada Azor, Ciudad de la Habana, Cuba.
Sobre el criterio de lo museable – Museum like criteria, participa junto a Lena Pañate Spicer en el programa de Video screening en el Salón dentro del proyecto Museum of Contemporary Art de Meschac Gaba, en el CAAM Centro Atlántico de Arte Moderno de Las Palmas de Gran Canaria.