• Los Coroneles

    Los coroneles de Fuerteventura no se limitaron a procurar incrementar su prestigio militar, pues paralelamente velaron por el crecimiento de su patrimonio. Su autoridad en la isla se debía no sólo a los numerosos cargos militares y civiles que ostentaban, sino también a su condición de grandes propietarios rústicos. Llegó un momento en que eran dueños de la casi totalidad de las mejores haciendas de Fuerteventura. Los enlaces matrimoniales con herederas hicieron que, generación tras generación, confluyeran en los coroneles diversas herencias.

    La expansión atlántica del reino de Castilla supuso la llegada a Canarias, cuando despuntaba el siglo XV, de las tropas conquistadoras, capitaneadas por el normando Jean de Bethencourt, vasallo de Enrique III. En 1404, éstas ya dominaban la isla, habida cuenta de la escasa resistencia que ofrecieron sus moradores, apenas unos 600.

    Casa de los Coroneles, La Oliva (Fuerteventura). Foto: Curt Hermann (ca. 1930-1935)Pronto serían ocupadas las tierras más fértiles, esto es, los valles próximos a Betancuria. Los señores de la isla realizaron repartos de terreno a través de las llamadas mercedes, que conllevaban en principio sólo el usufructo del objeto de tales mercedes, pero no su posesión efectiva, de modo que podían ser revocadas.

    Tomado el territorio, se hacía preceptivo proceder a su organización. Aunque no existen registros escritos al respecto, es bien probable que desde finales del siglo XV, Fuerteventura estuviese regida por el Concejo o Cabildo, controlado por el señor de la Isla.

    El estrato militar desempeñó en Fuerteventura, desde sus primeros momentos históricos, un papel destacado. No en vano fue una isla de señorío, frente a La Palma, Tenerife y Gran Canaria, que dependían directamente de la Corona de Castilla, islas realengas, pues. Es por ello que la figura del militar adquirió ya, desde el principio, una categoría y una valoración social tan elevada y preponderante que terminó por acaparar el poder insular, enfrentándose a veces a los mismos señores.

    El siglo XVIII supone la entronización en España de la dinastía borbónica, claramente centralista. Esta etapa supone la creación del Regimiento de Milicias, a principios de tal centuria. Surge entonces el rango de coronel, muy unido al capitán general de las Islas, y por ende a la Corona. Estos, los coroneles, asumen poderes importantes, tal es el de Gobernador de las Armas, y su cargo se convierte en hereditario.

    Sebastián Trujillo Ruiz, Gobernador de FuerteventuraLa nómina de personajes que habitaron en La Casa de los Coroneles no puede iniciarse sin mencionar a Sebastián Trujillo Ruiz, una figura fundamental para entender el futuro desenvolvimiento de la familia de los coroneles. La trayectoria de este personaje es conocida por la historiografía canaria tras ser sargento mayor y gobernador de las armas de Lanzarote, fue gobernador político y militar de Fuerteventura desde 1667 ‘por convenir al servicio del Rey, mi hijo, y a la seguridad y defensa de dicha Isla, proveerla en persona de práctica y experiencia militar, y atendiendo a que éstas y otras buenas partes concurren en él’, como dice la Reina Doña Mariana en el correspondiente Real Despacho de concesión.

    En su magnífico retrato, que puede considerarse uno de los mejores del siglo XVII canario, aparece representado de cuerpo entero con todo el esplendor que su carrera de honores le permitía y ocupa con seguridad el primer plano de la composición, colocado de tres cuartos. El rostro es bastante expresivo; mira directamente al espectador con una leve expresión de desconfianza en sus penetrantes ojos, sobre los que percibimos unos párpados algo pesados bajo unas cejas arqueadas. Su nariz es aguileña, los labios bien dibujados, usa finos bigotes y mosca. Las leves arrugas bajo sus ojos y en la comisura de los labios, así como una incipiente sotabarba, otorgan cierta blandura a la expresión.

    Don Sebastián apoya su mano izquierda en un sombrero negro que descansa sobre una mesa, símbolo de su autoridad, cubierta también de damasco rojo, con galón de oro, que parece dejar a la vista una pata torneada de madera oscura, mientras que con la mano diestra sostiene un bastón. La empuñadora de su espada asoma por el lado izquierdo de la casaca.

    Por supuesto, el gobernador Trujillo no residió en la Casa de los Coroneles, pero los futuros moradores de la enorme construcción mantuvieron su memoria como antepasado destacado. Su hija doña María Trujillo casó con el primer coronel, don Pedro Sánchez. Sus sucesores alegaron siempre su parentesco con Sebastián como un mérito que hacían valer.

    DON PEDRO SÁNCHEZ DUMPIÉRREZ (1659-1733), primer coronel del regimiento de milicias de Fuerteventura por Real Despacho de 19 de noviembre de 1708. Casó con María Trujillo Dumpiérrez, hija del sargento mayor don Sebastián Trujillo Ruiz y de doña Ana Dumpiérrez Cabrera. En su testamento se mencionan como hijos del matrimonio al beneficiado don Sebastián Trujillo, el coronel don José, don Juan Sánchez, don Pedro Sánchez, doña Ana Sánchez Dumpiérrez, doña María Dumpiérrez Cabrera, doña Catalina y doña Josefa Sánchez.

    José Sánchez Dumpiérrez, segundo coronel de Fuerteventura siglo XVIII Csa de los Coroneles La OlivaDON JOSÉ SÁNCHEZ DUMPIÉRREZ, segundo coronel, como sucesor de su padre, por Real Despacho de 12 de junio de 1734. Había casado con doña Josefa de Cabrera Matheo, natural de esa villa, y tuvieron dos hijas, Agustina y Sebastiana. Se ha descrito el nombramiento del tercer coronel, Melchor Cabrera, que habría de suceder a don José, como un cambio de familia en la titularidad del destino militar. A los Sánchez Dumpiérrez les sucederían los Cabrera, pero todo apunta a un arreglo familiar entre ambos linajes para que el coronelato no saliera, no ya del círculo de los poderosos de la isla, sino ni siquiera del estrecho núcleo familiar que lo había ostentado. El segundo coronel, José Sánchez, muere en 1741 sin tener descendencia masculina. Se concierta el matrimonio de su hija menor soltera, de dieciséis años, con un muchacho de diecinueve, único hijo del que había sido su segundo oficial, Melchor de Cabrera. De esta forma, la línea familiar de los coroneles se mantiene desde Pedro Sánchez, nombrado en 1708, hasta su cuarto nieto, Cristóbal Manrique, fallecido en 1870. Más de siglo y medio de poder militar en una sola familia, unido a un control político y económico de la isla que se perpetúa unas décadas más.

    DON MELCHOR DE CABRERA BETHENCOURT (1697-1762). Ejerció como tercer coronel desde 1742, por Real Despacho del 16 de junio de es mismo año, y contrajo matrimonio con doña Ana de Cabrera Bethencourt, natural de La Oliva. Fueron padres de dos hijos: Agustín de Cabrera, que murió niño, y Ginés de Cabrera, el futuro coronel.

    DON GINÉS DE CABRERA BETHENCOURT (1723-1766), cuarto coronel al fallecimiento de su padre por Real Despacho de 10 de enero de 1764, casó con doña Sebastiana Sánchez Dumpiérrez, hija del segundo coronel. Tuvieron un hijo y una hija: el celebérrimo Agustín de Cabrera, sin duda el más famoso y poderoso de su linaje, y doña María de Cabrera Bethencourt Dumpiérrez.

    Agustín Cabrera Bethencourt, quinto coronel de Fuerteventura siglo XVIII Casa de los Coroneles La OlivaAGUSTÍN DE CABRERA BETHENCOURT (1743-1828), sería el quinto y más famoso de los coroneles de Fuerteventura. Tras fallecer su padre obtuvo Real Despacho de su nombramiento de coronel de 25 de julio de 1766. Había casado en La Oliva con su prima doña María Magdalena de Cabrera, fallecida, cuando contaba diecinueve años, en septiembre de 1762, a los pocos meses de dar a luz a su única hija, la mítica coronela doña Sebastiana de Cabrera. Agustín de Cabrera, el más famoso y controvertido de los coroneles, fue considerado como el hombre más rico de la provincia en su época.

    En un retrato de la época, firmado por del pintor Manuel Ponce de León, el coronel viste casaca y calzón azules, que llevan un galón dorado, como los bordes de la chupa. Los botones son también dorados, al igual que el casquete que sirve de empuñadura al bastón de mando de su empleo. En las vueltas de las mangas son visibles los tres galones de coronel, sobre los que se distingue una franja más ancha, también dorada, que identificaba a los gobernadores militares desde que en 1706  fueran reguladas las divisas de los miembros de los estados mayores de plaza. Luce al pecho la insignia de la Real y Distinguida Orden española de Carlos III, así como la cruz y placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. Un escudo dividido en numerosos cuarteles contribuye a dar empaque al ceñudo personaje.

    FRANCISCO MANRIQUE DE LARA Y DEL CASTILLO (1765-1833), fue el sexto coronel, a la muerte de su suegro, por Real Despacho de 3 de junio de 1829. Había casado en 1791 con Sebastiana de Cabrera. Ejerció su cargo pocos años, anteriormente y durante largo tiempo había sido teniente coronel a las órdenes de su suegro.

    CRISTÓBAL MARÍA MANRIQUE DE LARA Y CABRERA, séptimo y último coronel de Milicias de Fuerteventura desde 1834, primogénito de doña Sebastiana Cabrera, casado con su sobrina, Nieves del Castillo y Manrique de Lara, que fue la mayor de las propias nietas de doña Sebastiana. De su matrimonio tuvo una prolija descendencia, con 4 hijos y 5 hijas. Con su fallecimiento en el año 1870, y el advenimiento de la revolución liberal, se extingue definitivamente el coronelato y el señorío en Fuerteventura, pues un decreto del 6 de agosto de 1811 ya había abolido el régimen señorial en todo el país.

    Sebastiana de Cabrera, siglo XIX Casa de los Coroneles La Oliva FuerteventuraSebastiana Cabrera, conocida como la coronela y la madre de los pobres, al ser hija única del todopoderoso magnate Agustín de Cabrera, huérfana, a los pocos meses de nacida, de una madre casi adolescente, hija única a su vez, heredó la totalidad de la inmensa fortuna de su padre y del nada despreciable patrimonio de sus abuelos maternos. Casó con Francisco Manrique de Lara, hijo segundo de una de las principales casas amayorazgadas de Gran Canaria. El hermano mayor de este, Pedro Manrique del Castillo, se había desposado con su prima segunda Luisa del Castillo Bethencourt, hija del segundo conde de Vega Grande y hermana de Diego, futuro yerno de Sebastiana. Con el tiempo los Manrique de Gran Canaria formaron una sola familia en la descendencia de la coronela. Su hija menor Dolores, casó con el titular de los grandes mayorazgos de los Manrique en Gran Canaria, su propio primo hermano Agustín Manrique de Lara, único hijo y heredero de los ya citados Pedro Manrique y Luisa del Castillo. Su cuantiosa herencia incluía extensas y productivas propiedades en Tafira, Agaete, Arucas y el Cortijo de Osorio en Teror.

    Doña Sebastiana ejerció como verdadera matriarca de su extensa familia. A la hora de casar a sus hijos, ya no contaba con parientes cercanos en Fuerteventura. Durante mucho tiempo, su padre y ella habían sido los únicos miembros de su poderoso linaje. La fuerte endogamia entre las distintas ramas de la familia Cabrera la habían llevado casi a la extinción. Sus parientes más cercanos eran los miembros de la familia de su única prima hermana, Josefa de Llarena y Cabrera, residentes en las islas de Tenerife y Lanzarote.

    Textos de José Concepción Rodríguez y Juan Ramón Gómez-Pamo Guerra del Río para el catálogo de la exposición ‘Arte, sociedad y poder. La Casa de los Coroneles‘ (2009)

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